domingo, 11 de octubre de 2009

Y SIGUES CONSTANTE


El humo nubla la vista.
El aire siempre escasea en estos lugares diseñados para evadir el momento.
Las luces son más fuertes ahora, los gritos fluyen, sube la presión y el genio maldito del recuerdo surge tomándote la mano, rescatándote del fondo reprimido del corazón.
Trato de detener el ritmo de tus pasos, trato de evitar rememorar los besos impulsivos y los eternos cigarros nocturnos envueltos en palabras y sonrisas que aplacaban el tedio de la rutina.
Imagenes difusas del recuerdo, aunque no quiera admitirtelo, siguen latentes. Emergen como dardos furiosos e incansables, en una lucha intensa y desesperante.

Ahora me ofrecen un trago. Pido fuego. Bocanadas de ambas bocas se confunden.
Las miradas se vuelven una constante. Aunque no me interese este extraño, reconozco que su compañía alivia un segundo este constante dolor de cabeza de tu pálpito insosegable.

MÁRCHATE

Saliendo del bar de la pereza y la desilusión, camino con las voces de un tumulto de gente palpitante. Pasos acelerados que atraviesan la ciudad encendida de luces y risas. El saxofón resuena de fondo y un grito ronco busca detenerme.
Ya no gasto horas en pensarte.
Ya se desvaneció esa mirada intransigente, que descubría cada rincón que no me molestaba en despejar.
Cuando terminas de dejarme, ya no queda nada que hacer, nada que pensar.
La simplicidad de la huída resulta la vía apropiada.
La mente y el corazón ya no me traicionan, ahora no quieren verte de nuevo.
El tiempo se acaba, tu voz se apaga, y como ya nada es lo que era, nada queda.
El cielo parece agrandarse a cada suspiro. Pienso y no pienso.
Un impulso me hace levantarme, es tu voz que me ha seguido, que no quiere dejarme, que sigue penando arrepentida, que no asume su derrota.