jueves, 4 de febrero de 2010

LA SENCILLEZ DE SU FELICIDAD

Pasaba sus dedos por las manos de él.
Miraba las líneas, arrugas y formas. Pensaba que en ellas se dibujaba un mapa que contenía el veredicto del oráculo.
Él sonreía al verla. No le soltaba la mano desde los últimos veinte minutos.

No sentían el calor abrasador.
No escuchaban los sonidos de los autos ni del tiempo pasando en sus relojes.
No sentían hambre ni sed.
No pensaban en otra cosa más que en ese presente.

Ella finalmente tomó sus manos y las besó. Levantó por fin la cabeza y lo miró sonriendo con los ojos.
Él la abrazó fuertemente y le dijo que era feliz.

Acostados en el pasto mirando el cielo, se maravillaron con la sencillez de su felicidad.
Ambos quisieron creer en el destino, pero en un destino en el que el otro estuviera.

domingo, 11 de octubre de 2009

Y SIGUES CONSTANTE


El humo nubla la vista.
El aire siempre escasea en estos lugares diseñados para evadir el momento.
Las luces son más fuertes ahora, los gritos fluyen, sube la presión y el genio maldito del recuerdo surge tomándote la mano, rescatándote del fondo reprimido del corazón.
Trato de detener el ritmo de tus pasos, trato de evitar rememorar los besos impulsivos y los eternos cigarros nocturnos envueltos en palabras y sonrisas que aplacaban el tedio de la rutina.
Imagenes difusas del recuerdo, aunque no quiera admitirtelo, siguen latentes. Emergen como dardos furiosos e incansables, en una lucha intensa y desesperante.

Ahora me ofrecen un trago. Pido fuego. Bocanadas de ambas bocas se confunden.
Las miradas se vuelven una constante. Aunque no me interese este extraño, reconozco que su compañía alivia un segundo este constante dolor de cabeza de tu pálpito insosegable.

MÁRCHATE

Saliendo del bar de la pereza y la desilusión, camino con las voces de un tumulto de gente palpitante. Pasos acelerados que atraviesan la ciudad encendida de luces y risas. El saxofón resuena de fondo y un grito ronco busca detenerme.
Ya no gasto horas en pensarte.
Ya se desvaneció esa mirada intransigente, que descubría cada rincón que no me molestaba en despejar.
Cuando terminas de dejarme, ya no queda nada que hacer, nada que pensar.
La simplicidad de la huída resulta la vía apropiada.
La mente y el corazón ya no me traicionan, ahora no quieren verte de nuevo.
El tiempo se acaba, tu voz se apaga, y como ya nada es lo que era, nada queda.
El cielo parece agrandarse a cada suspiro. Pienso y no pienso.
Un impulso me hace levantarme, es tu voz que me ha seguido, que no quiere dejarme, que sigue penando arrepentida, que no asume su derrota.

viernes, 11 de septiembre de 2009

NO HAY TÍTULO ESTA VEZ

Solo estoy en un cansancio constante, pero liberador.
Y la inspiración me dio la espalda.

lunes, 27 de julio de 2009

FUE UN HASTA LUEGO

Con el vaso en la mano. En la otra un cigarro medio olvidado.
Con la boca pintada roja y mi mejor ropa.
Con tus palabras rondando en mi mente.
Con tus ojos clavados en mí, mientras yo me remitía a mirar el contenido del vaso.
Ambos a la espera de que el otro re comenzara la conversación. Yo no sabía qué decir. Pensé que hablar del clima sería estúpido después de lo que acababa de escuchar. Me reproché el ser tan mala disimulando.
Mejor no hablar.

‘Por qué te quedaste así’
Así cómo
‘Así...como sin palabras. Mira, yo solamente te dije lo que pasó...y te lo dije porque tenías que saberlo y yo tenía que decirlo’
Preferiría no haberlo sabido...no, no, en realidad sí...no sé, pero preferiría que...
¿Por qué pasó?

Me sentí tan tonta al hacer esa pregunta...pero no la pude frenar, salió naturalmente de mí. No quiero que piense que me debe una explicación...
En los cuatro segundos que se demoró en responder, mis sentidos se agudizaron y pude escuchar hasta el tic tac del reloj de la pared. Vi a un tipo pasar haciendo equilibrio con tres cervezas hacia la mesa del fondo. Pude oler una mezcla de licor y perfume de mujer. Me di cuenta de que la ceniza de mi cigarro ya superaba el centímetro.

Hasta que por fin dijo
‘No puedo responder eso, porque...porque no sé. Lo que puedo decirte es que...pasó mucho tiempo...y no te vi ni supe de ti, y estaba viajando solo, bueno...con ella, por el tema de la beca...
y ahora, y de repente recibo tu llamado...y me sentí raro’

Terminamos la relación cuando te fuiste. No tenías ninguna razón para...no estabas ligado a mí.

‘Es que siempre estuve ligado a ti. Siempre estuvimos ligados...

En ese momento sentí que mi garganta ardía. Prendí otro cigarro, solo para tener algo en la mano y para llevármelo a la boca cuando no supiera qué más decir. Y mientras jugaba con el vaso medio vacío, continuó diciéndome

...o tú también... ¿Tu también estuviste con alguien?... ¿o estás ahora con alguien?’

Sus palabras me enfriaron. Con la piel de gallina y la cara colorada le respondí No, con nadie.

No supe descifrar si la mueca que hizo con la boca fue de alegría o de disconformidad. No le mires la boca, trata de mirarlo a los ojos... Y ahora me siento tan tonta por haberlo llamado...tres años si saber nada de él, tres años sin escucharlo, sin verlo...Ahora todo me apareció tan claro, era tan evidente, tan obvio que él seguiría por su lado. Por qué se me ocurrió pensar en que iba a estar ahí siempre...por qué pensé que era mío.
Solamente quería salir de ahí, lo antes posible. Quería que terminara esta conversación. Por qué me tenía que dar cuenta de esta manera...que tonta que tonta.

‘¿Por qué me llamaste?’

Sonreí nerviosa y dije lo que se me vino a la mente sin coherencia gramatical alguna:

Me puse a pintar de nuevo hace unos días. Me acordé de que los tres años de tu beca se terminaban alrededor del mes pasado (en realidad sabía el día exacto)...encontré tu CD... ¿te acuerdas?

Sonrió también.

‘Sí, si me acuerdo. Estábamos en el taller. Tenías el pelo suelto ese día, con una flor... ¿te acuerdas que te pregunté que quién te la había dado?
Me sentía tan coartado por el peso del cargo de profesor...jajaja que tonto...solamente tenía tres años más que tú...’

Me sacó el cigarro de la mano.

‘Y tú, por qué estás fumando tanto, ¿me lo das?’

Se llevó el cigarro a la boca y me tomó la mano que quedó desprotegida de mi heroico tabaco.

‘No estoy con ella. No la quiero, y ella tampoco me quiere.
Yo te quiero a ti’

En ese minuto sentí unas ganas tremendas de quitarle el cigarro de la boca y darle un beso como los que antes brotaban mientras bailábamos en ese mismo bar. Pero no lo hice.
Él lo hizo antes de que pudiera seguir pensándolo.

domingo, 26 de julio de 2009

AYER


Ayer ese inseguro sol de invierno me levantó temprano. Llegaba un rayito tenue sobre mis ojos, impaciente por que los abriera. Y los abrí, los abrí además con una sonrisa. Me puse de pie, amarré mi pelo y me dirigí a la ventana. El aire fresco venía con un olor adicional a pan recién hecho de la panadería del frente.

Desperté de buen humor.
Cuando el genio no me acompaña, no puedo evitar reemplazar el Buenos días por un silencio rotundo, una mirada adormecida y un poco dura, producto de mi resentimiento con el despertador.

Ese día amanecí en busca de una tasa de café, y luego de mis antiguas aspiraciones a pintora. Desempolvé mis óleos, lavé mis pinceles y saqué la tela que hace tiempo me miraba desde el fondo del clóset.
Decidí que trasformaría la terraza en mi taller, para ver si la escena santiaguina, con esa cordillera que por fin aparece, me dona un poco de inspiración. Saqué mi radio, como también lo hacía en los tiempos cuando me hacía el tiempo de pintar.
Me puse a vaciar los tubos de colores en la paleta. Tierra de Siena tostada, con ocre. Ahora un color violeta fuerte, rojo y blanco. Luego con el pincel fui formando algo que todavía no tenía forma en mi mente.

...pero tuvo el antojo de jugar a hacer conmigo una excepción y primero nos fuimos a bailar, y en mitad de un te quiero me olvidó...Sonaba de fondo esa canción cuando comencé a recordar cuando me enseñaste. Ahora fue mi cara la tela en donde se pintó una sonrisa grande y colorida. Tus palabras se recrearon en mis oídos, ‘No seas impaciente, déjalo así, espera a que se seque la primera capa...te gusta el blanco...es mucho blanco, o no?’`

Yo casi en mis 17 y tú casi en tus 20. El primer día de clases te dirigiste a las escasas personas que estábamos en el taller. ‘Soy ayudante de su profesor, y voy a reemplazarlo durante algún tiempo’
Nunca alabaste mi trabajo, pero siempre tratabas de convencerme de que también estudiara arte. Yo solo te sonreía.
‘No me gusta tu colegio, no hay muchos artistas... ¿por qué todos prefieren el taller de matemáticas?’


Luego puse un poco de rojo, usé el diluyente. La alarma del auto de algún cliente de la panadería me desconcentró por un momento. Dejé el pincel en la mesa de la terraza y decidí ir a buscar el Compaq que me regalaste cuando te decidiste a abandonar esa idea ridícula (pero que me causaba tanta ternura) de que eras mi profesor, y como tal debías mantener distancia. Cada clase que te acercabas a conversar, hablábamos por mucho tiempo mientras yo pintaba. De vez en cuando hacías un comentario sobre el color o el trazo, y cuando te dabas cuenta que existían más alumnos, te ponías serio, fruncías el seño y caminabas en silencio por la sala para cumplir tu labor de profesor y guiar el trabajo del resto.
Adoraba esa cara desconcertada y con falsos aires de autoridad.

Siempre después de la clase era la última en irme.
Un día, cuando nos quedamos solos, me dijiste ‘No lo tomes a mal, sé que soy tu profesor (yo sonreí), pero quiero darte esto’ Y recibí de tus manos con Azul de Prusia, una cajita envuelta en un papel que hacía juego con ellas. Te di las gracias con un beso en la mejilla, y te dije ‘Eres el mejor aspirante a profesor del mundo’ Recalcando la palabra aspirante. Soltaste una risa sonora, y en tu cara apareció un signo de alivio con matices de vergüenza.


Por fin encontré el CD. Lo puse en la radio para ayudar a la memoria.

Tenía escrito en la carátula tu nombre, tu teléfono y unas palabras que me hicieron llamarte apenas llegué a mi casa, esa misma tarde en que me lo regalaste: ‘Tu revolución llenará sonrisas, yo la incorporé a mis aperos de trabajo, a mi vida. Clava hoy tus raíces en mí... Visitaremos lugares a los que hemos ido antes juntos, antes de conocerte, antes de encontrarte.’ Cuando me contestaste el teléfono me dijiste nervioso ‘son palabras de Serrano, aunque son para ti, te las quise dar, pero no son mías, o sea sí son mías, pero yo no las escribí...o sea sí las escribí, pero...’
Me encantaba escucharte nervioso, tratando de explicar...Siempre me decías que por eso eras artista, porque muchas veces es más fácil comunicarse así que articular palabras.
No sé cuántas veces escuché ese CD.



Caminábamos por Santiago, y cuando me tomaste la mano para entrar a una tienda de helados, me puse roja, y me miraste, y te reíste, y me diste un beso.
En la noche íbamos al bar de la esquina de tu casa, y ahí hablábamos desde política hasta los temas que teníamos más resguardados. Luego bailábamos, siempre mirándonos, como buscando algo dentro de las pupilas del otro. Luego cerrábamos los ojos, para que nuestras bocas continuaran el trabajo.

Seguí pintando mi cuadro, sonriendo cuando venía una nueva canción. Todas me traen algo a la mente: tus palabras, tus dibujos. Amaba esa chaqueta de cuero, con algo de olor a diluyente. Me encantaban tus manos con imborrables manchas de óleo.

Ahora suena un quiero ser el único que te muerda la boca...Era la última canción.

Me limpié las manos y tomé el celular decididamente. Con el corazón latiéndome en la garganta marqué tu número. Pero no hubo respuesta.
No puedo negar que algo se me quebró adentro, quizás la esperanza. Quizás ese sonido indeseable del buzón de voz provocó una lesión en mi recuerdo. Pero algunas ideas llegaron inmediatamente al rescate con un: ‘Bueno, quizás no tenga el número de siempre’ y luego un ‘o quizás está con el celular apagado’.

Vi mi cuadro terminado...tenía mucho blanco.
Sonreí.

Sonó un mensaje en mi celular. ‘Te echaba de menos’.

miércoles, 15 de julio de 2009

NO TE EMBARQUES

No escribo esto con el alma. Lo reconozco.
Es porque ella está muy ocupada en sus asuntos, ensimismada, vagando en lugares que escapan al mapa y a la trayectoria que definimos juntas al principio.
No es el plan que esperaba.

Ella se gobierna sola ahora. Dejó de rendirme cuentas. Ya no marca tarjeta.
Pero no existe condena ni castigo que la alarme y domine sus riendas. Rebelde y cegada, me dejaste. Esa es la peor combinación mi niña.
Desobediente, pagarás, y de pasada pagaré yo, porque eres mía ¿recuerdas?

Mi alma se está desligando de mí. No. No me vean como una desalmada. Tengo razón y corazón todavía, aunque son pocas las veces en que concuerdan. Ese matrimonio va para divorcio, así que por favor que no se enteren, pero tengo preferencia por uno de ellos, el que late. La que administra es muy sesgada. Alma, vuelve para que haya tregua, porque la tirana y el idealista no son capaces de llegar a consenso, y yo no soy capaz de zanjar la discusión.

Ya no quiero pensar en dónde está deambulando mi alma, ahora me dedico a recordarte. Ahora mi boca se pierde entre lo dicho y lo desdicho y la desdicha. Mi boca se hunde en el mar de tu concentración innecesaria, de tu pesar incomprensible, de tu miedo a no se qué, de tu pecado ingobernable, de tu ausencia desconsiderada, de tu misericordia perdida. Mi cabeza ya no piensa más, no ve más, no tiene más jaqueca, se transformó en un adorno que decora a un tronco cansado y ¿desalmado?

Creo que, sin darme cuenta, descubrí el futuro e incierto paradero: Mi alma viaja autónoma, inconsciente y embriagada con sueños y recuerdos, por una carretera inhóspita y caprichosa
hacia ti.
Devuélvemela.

viernes, 10 de julio de 2009

CAMINO EN LA CUERDA FLOJA


Todavía estoy aquí.
El balanceo sigue.
Boca seca,
transpiro helado.

No puedo acordarme de qué me dijiste ese día, solo recuerdo el cigarro inquieto en tu mano, que con movimientos bruscos desplazabas de lado a lado mientras tu voz sonaba como música de fondo y la ceniza caía en mi alfombra. Yo solo tengo tu imagen enajenada, tus ojos fijos en mi boca y los míos en la tuya, esperando tranquila a que dejaras de hablar.

Ahora camino un paso más.
Me tambaleo un poco,
pero mis manos logran reestablecerme en la posición inicial.
Respiro profundo. Lágrimas.

No puedo recordar por qué viniste, ni por qué te abrí la puerta. No lo pensé, solo quería que estuvieras ahí. Llovía fuerte, eso sí lo recuerdo. Tu pelo estaba mojado y tu piel blanca como nunca la había visto. Ese día no tenías colores.
Entraste rápido, sin mirarme, y te dirigiste directamente a la mesita junto al sillón. Sentí un vientecito con una mezcla de tu olor y frío. Buscaste el encendedor.

Decido dar un paso más.
Mi cuerpo se va hacia delante,
pero alcanzo a inclinarme hacia atrás.
La cuerda se inquieta.
Vapor de agua sale de mi boca.
Nuevo equilibrio.

No recuerdo en qué minuto me aburrí de esperar a que te callaras. Pero el impulso que me hizo taparte la boca con la mía, de eso sí me acuerdo. Tus ojos parecieron recobrar el color y mis oídos quisieron escucharte ahora.

Mi pie izquierdo se aventura.
El derecho se extiende hacia el lado.
La cuerda tiembla, me balanceo. Desesperación, frío.
Mis brazos enloquecen por un minuto.
Me canso,
pero te veo.
Cambio de pie. Resisto.

jueves, 9 de julio de 2009

HOY CANTAS

Léeme, pero no con la mirada del intelectualoide, sin críticas menospreciadoras, sin conservadurías ni restricciones. No quiero más frivolidades y estatuas. No quiero maniquíes y marionetas.

Léeme como solo tú puedes, con tus ojos limpios de todo prejuicio, con tus manos libres de condenas y derrotas pasadas.

Pero te ruego: Convénceme, que sola no puedo.

Hoy día me quiero sincera, y a ti,
simplemente te quiero.

viernes, 24 de abril de 2009

(RE)RECONSTITUCION DE ESCENA


Un cigarro viejo suprime las ganas que tiene mi boca de tener un encuentro fugaz contigo. Sólo fugaz, libre, instantáneo. Solo eso piden mis sentidos, un simple reencuentro reconstruidor de la escena en que los dos bailábamos sin noción del tic tac de los relojes y de las miradas desconcertadas de quién sabe qué sujetos sentados en las mesas del bar.


Busco en el fondo de mi cartera otro de esos cigarros que había dejado olvidados. Resultaron ser buenos asesinos de las horas, compañeros de las sinapsis que insisten en mostrarme tu cara y tu voz ronca y suave cerca de mi cuello, aquella vez en que seguíamos el vaivén de la música, música que a esa altura de la noche se había transformado en nuestra cómplice, en la única que alentaba nuestros besos y las sonrisas incontenibles.


Mi celular jugando en mi mano, me llama a llamarte. Comienza ahora la razón a detenerme. Pros. Contras. Qué decir. Qué no decir. Quizás un Hola como estás, me acordé de ti...pensé en llamar para saber cómo estás ¿dónde estás?. No no. No lo llames. Mejor quédate aquí inmóvil, conténtate con lo que fue...y si lo llamo y simplemente digo: Concrétate, hazte presente. Mírame.

Cómo puede estar mal quererte tanto. No me contradigas.